La ansiedad es uno de los problemas psicológicos más prevalentes en la actualidad, hasta el punto de que ha llegado a ser considerada, junto con la depresión, «la enfermedad del siglo XXI«.
Hay diferentes problemas relacionados con la ansiedad, siendo el común denominador a todos ellos el elevado malestar que genera la emoción de ansiedad (por su elevada intensidad y/o prolongada duración) y la evitación de situaciones que provocan la aparición o incremento de dicha emoción.
Entre los problemas más comunes que se relacionan con la ansiedad encontramos:
- Ansiedad generalizada
- Trastorno de pánico
- Agorafobia
- Trastorno obsesivo-compulsivo. Obsesiones
- Fobias específicas (por ejemplo a animales, la sangre, espacios cerrados…)
- Fobia social
- Trastornos relacionados con el estrés (estrés postraumático, estrés agudo, trastornos adaptativos)
Tratamiento de los problemas de ansiedad
El abordaje psicológico de los problemas de ansiedad ha demostrado sobradamente su eficacia en la resolución de los problemas relacionados con la ansiedad patológica. Tanto es así que este abordaje debería ser considerado la primera línea de actuación ante problemas de esta índole por dos razones, la primera, su ya mencionada eficacia (existen tratamientos empíricamente validados de primer nivel para todos y cada uno de los problemas relacionados con la ansiedad) y la segunda, la ausencia de efectos secundarios derivados de la puesta en marcha de este tipo de estrategias (a diferencia de lo que sucede con los abordajes farmacológicos de la ansiedad).
Tras analizar pormenorizadamente el problema o problemas que presentas (además de los recursos y potencialidades con que cuentas), te haremos una propuesta de intervención basada tanto en lo que los modelos teóricos y la investigación más reciente recomiendan.
Todas las personas hemos sentido en algún momento ansiedad, puesto que es una emoción adaptativa que nos predispone a la acción. Con frecuencia no es más que una “molestia” puntual que resolvemos de manera satisfactoria, pero en otras ocasiones nos quedamos anclados en el malestar durante un largo período de tiempo, originando una sintomatología que nos resulta abrumadora por su intensidad.
La ansiedad, insistimos, es una emoción, donde la inseguridad prima porque nos sentimos amenazados y consideramos que no tenemos medios propios para resolver la situación de manera adecuada, así que anticipamos una insatisfacción en el resultado.
Un esquema de las variables que podrían estar implicadas en la ansiedad podría ser:
- Amenaza: aquello que yo valoro como un obstáculo para la consecución de mi objetivo.
- Anticipación: es una valoración subjetiva de algo que aún no ha ocurrido, donde se sopesan los riesgos que pueden pasar y si tengo que afrontarlos o evitarlos.
- Activación biológica: activación excesiva interna de nuestro organismo frente a una situación que hemos valorado como amenazante.
- Afrontamiento: lo que hacemos, tanto a nivel mental como conductual, para manejar las demandas concretas que consideramos como amenazantes
- Resultados: las consecuencias del afrontamiento, que van a tener un papel fundamental en cómo volvamos a enfrentarnos a esa situación o a otra que sea considerada como amenazante.
Si nos damos cuenta, todas estas variables están muy mediatizadas por la interpretación subjetiva que hagamos. Por ello, desde el modelo de intervención Cognitivo Conductual se le da relevancia a nuestros pensamientos afirmando que según pensemos, así sentiremos. Y es ahí donde desde ese paradigma de intervención interviene.
Pongamos un ejemplo:
Imaginemos que tenemos miedo a los perros y nos encontramos uno en nuestro camino. Nuestra emoción dispara nuestros pensamientos (qué voy a hacer, y si me muerde, y si me ataca, y si huele que tengo miedo y…). Nuestro cuerpo se activa por la anticipación del peligro y para no pasar por su lado cambiaremos de acera, con lo que nuestro afrontamiento habrá sido exitoso al desactivarse mi reactividad fisiológica y no haber tenido ningún incidente con el perro. Así me digo: ¡prueba superada!
Sin embargo, lo que estamos llevando a cabo para salir de la situación es una conducta de escape, es decir, no nos enfrentamos a lo que tememos y así nos sentimos más tranquilo. La paradoja de esta actuación es que la tranquilidad es relativa puesto que momentáneamente recuperamos la tranquilidad pero el perro, otro perro, aparecerá en nuestra vida de nuevo y si la manera de enfrentarnos a ello es evitarlo no adquiriremos las habilidades necesarias para poder pasar a su lado con naturalidad.
Es decir, evitar es un elemento fundamental en el mantenimiento de la ansiedad. Por lo que para poder sentir la realidad de manera distintas tenemos que pensar y actuar diferente a como lo hacemos hasta ahora. Ya sabes lo que dicen: si quieres resultados diferentes, haz cosas diferentes.
Desde luego evitar no es la única respuesta posible dentro de cualquier situación que nos produzca ansiedad pero si es bastante frecuente que sea la que mayor incapacidad nos produzca y, por lo tanto, vaya acompañada de un mayor malestar emocional.
De igual manera, es posible que el estímulo temido (el famoso perro) lo sea porque me haya mordido previamente o porque de alguien aprendí a temerlos. Pero, ¿qué pasa cuando el objeto de ansiedad es indeterminado, o no tiene relación directa con lo que la está causando, o no se por qué se presenta ahora si no ha cambiado nada…?. Este caso suele ser lo más frecuente que nos encontramos en consulta y requiere de un análisis detallado y, a la vez, global de la persona.
Recuerda que tienes un consultorio on line donde puedes plantearnos dudas concretas que te surjan sobre la lectura de este u otro tipo de contenido psicólogico. El equipo terapéutico de G.A.P. está a tu disposición.